No hay duda de que la creencia de que las bibliotecas deben cambiar está fuertemente afianzada en buena parte de la profesión. De ahí la búsqueda de nuevos servicios que se presentan como innovadores, una apuesta de futuro en busca de asegurar la relevancia de nuestros centros.
No obstante, hay una cierta confusión sobre cómo exactamente debería ser esa biblioteca de futuro, no sólo desde el punto de vista de los servicios sino desde el punto de vista más inmediato y material, esto es: ¿cómo exactamente debería ser el edificio bibliotecario del futuro?
Es cierto que contamos con ejemplos muy mediáticos de bibliotecas futuristas que pueden servirnos de inspiración, pero al mismo tiempo también es cierto que no abundan las discusiones algo más sistemáticas sobre el estado de la cuestión. Y es por eso que el libro Espacios de biblioteca: presente y futuro de José Pablo Gallo León es un libro importante.
La obra está publicada por Editorial UOC en su colección El Profesional de la información, imprescindible para ponerse al día de las últimas tendencias bibliotecarias. En ese sentido, Espacios de biblioteca es un libro condensado (apenas 130 páginas), pero en este caso eso es una virtud: se nos informa de lo fundamental del tema de los espacios bibliotecarios, con abundantes referencias a la literatura especializada y ejemplos de edificios, pero sin que ello suponga saturación alguna para el lector (el estilo ágil y muy estructurado de Gallo también ayuda a ello).
Espacios de biblioteca es, además, un buen ejemplo de lo que creo que debería ser una obra sobre el futuro bibliotecario, de cualquier aspecto en particular: un ejercicio de equilibrio, en el que se apuesta por el cambio al mismo tiempo que se recuerdan las críticas fundamentadas, en el que se apuntan las tendencias sin caer en la futurología, en el que se destacan los modelos de éxito recordándonos que no hay que caer en la copia gratuita ni en la grandilocuencia, y en el que al mismo tiempo se pone en su justo contexto lo que en ocasiones a mi parecer sólo puede ser calificado como una manía gratuita por innovar.
Así pues, podemos decir que hay dos grandes líneas argumentales en el texto.
La primera es que no hace falta caer en la futurología para pensar en el futuro de las bibliotecas. Contamos con abundantes informes, prospecciones y análisis que pueden resultar valiosos, aunque en ocasiones también han resultado equivocados. Lo que se necesita, según el autor, no es futurología sino trabajo cotidiano fundamentado en tendencias que ya son palpables:
En realidad, no parece recomendable la innovación sin sentido ni quedarse parado, porque puede que cuando queramos avanzar sea demasiado tarde. El concepto es prepararse para el futuro construyendo el presente. Cuanto más nos adaptemos e innovemos, más prevenidos estaremos para lo que nos venga después. […] No es cuestión de aventurarse ni de hacer vaticinios, sino de trabajar con lo que tenemos, construyendo nuestro propio futuro mediante la innovación. Y, por supuesto, usando los estudios y fuentes que nos permitan adelantarnos en lo posible a lo que nos tenga que llegar. (pp. 31-32)
La segunda es que la deriva de nuestras sociedades apunta, tal y como argumenta Gallo a lo largo del texto, a un determinado modelo de edificio bibliotecario que puede resumirse en una doble vertiente: la biblioteca como ágora, como espacio de encuentro y de relación con la comunidad; y la biblioteca como contenedor agradable, como espacio adaptable a diversos usos y servicios y en el que apetezca entrar y estar.
La fórmula puede parecer simple, pero por descontado esconde múltiples matices, problemáticas y argumentos relacionados que el autor desgrana en los capítulos del libro. Como resumen que no hace justicia al contenido, digamos que las tendencias generales que Gallo nos expone son:
- Tecnología ubicua
- La experiencia de usuario como eje del diseño de espacios
- La biblioteca como tercer lugar
- La biblioteca como espacio de aprendizaje (no sólo “libresco”)
- La biblioteca como espacio de creación
- Existencia de múltiples espacios flexibles y adaptables
Como apuntaba más arriba, en el análisis de esas tendencias Gallo nos ofrece un muy bienvenido punto de vista crítico. Y es que no se trata de acoger sin más las tendencias en los espacios bibliotecarios, sino de reflexionar sobre ellas, sobre sus puntos fuertes y débiles, y de buscar su encaje general con la misión de una biblioteca y con lo que se puede ofrecer a los usuarios en base a esa misión.
Como muestra de lo que digo, un botón. Es cierto que hay necesidad de crear espacios dentro de la biblioteca que posibiliten la interacción entre los usuarios, y que eso hace que las bibliotecas se alejen del tópico de los templos de silencio. Pero no es menos cierto que, según la literatura especializada, una parte significativa de usuarios sigue acudiendo a la biblioteca justamente por el silencio, incluidos aquellos que a priori podríamos pensar que más interesados están en los espacios comunitarios. Por ejemplo, hablando de los espacios de aprendizaje activo en las bibliotecas académicas, el autor escribe:
[…] en los muy abundantes estudios de uso disponible en la bibliografía profesional indican que, en un espacio pensado para el trabajo en grupo con apoyo de la tecnología, muchos estudiantes trabajan de forma individual, no usan la tecnología y/o no desarrollan trabajo académico alguno. Para ese trabajo solitario, la mayoría suele buscar lugares más tranquilos. […] Si nos centramos en las necesidades del usuario para el diseño de nuevos espacios, lo primero que tenemos que recordar es que necesitan espacios de silencio, aunque estén demodés por la pujanza de los espacios de aprendizaje activo. (p. 55)
En mi opinión, es una desafortunada tendencia bibliotecaria la de bendecir los cambios porque son cambios, la innovación por la innovación, sin una reflexión que vaya más allá de los mismos. Se entiende la urgencia por cambiar, por seguir siendo relevantes, pero es una urgencia que paradójicamente puede ser contraproducente. Por eso me parecen refrescantes párrafos como, por ejemplo:
Es fácil distinguir como idea central subyacente la necesidad de evitar la desaparición de las bibliotecas, aunque a menudo parezca que lo que importan son nuestros puestos de trabajo, que queremos conservar a cualquier precio. Esto no sería malo en sí mismo, pues es natural, pero hace que muchas propuestas parezcan acríticas y se alejen del espíritu o sentido original de nuestros centros. Traicionan esa bibliotecidad. Eso, a la postre, puede ser contraproducente, pues condenarían a las bibliotecas a su desaparición real y, también, la de los profesionales. Como en el dicho, para para hoy, hambre para mañana. (p. 30)
La mención a la bibliotecidad es lo de más relevante. Creo es un concepto que se debería trabajar más en la esfera bibliotecaria y apostar por una teorización más robusta, dado su potencial discursivo y la necesidad de entender cabalmente qué es una biblioteca y qué se puede esperar de ella en unos tiempos de cambio que se percibe como acelerado.
Gallo ya trató el tema de la bibliotecidad en un ThinkEpi para El Profesional de la información, por lo que aunque en el libro se incluye un capítulo dedicado a la cuestión, su extensión es necesariamente breve (y a mí, que estoy interesado en el tema, me sabe a poco, aunque es sólo una cuestión de preferencia). Digamos que para el autor ese espíritu de lo que es una biblioteca es reconocible por los usuarios, y debe ser la guía que dirija los esfuerzos de cambio. Curiosamente, esos cambios más que alejar a las bibliotecas de su esencia íntima podría estar reconciliándolas con ella.
El libro también contiene sendos capítulos dedicados a el escenario de la biblioteca poscovid y a ejemplos de edificios bibliotecarios que pueden servir como inspiración (que no como copia).
Para concluir, digamos que Espacios de biblioteca es un título de la colección EPI de lectura obligada para orientarse en el importante tema de los cambios inmediatos en el espacio bibliotecario.